martes, 20 de enero de 2009

El silencio


Por Baby Lanata

El silencio era un estado muy apreciado en la antigüedad. El silencio ayuda a pensar; a cavilar sobre el mundo y la realidad presente. Pero pareciera que en nuestros tiempos es algo molesto; dañino para el espíritu. En todo momento, en todo lugar, se debe llenar ese vacío que provoca el silencio. No importa si se llena con ruido, con música o cualquier cosa que embote nuestros sentidos. Tal vez es algo producto de la globalización o del neoliberalismo…no lo sé. Pero cada vez es más difícil conseguirlo. Es un oasis en este desierto. Me dirá el buen lector que el ruido siempre estuvo presente; y yo diré que tal vez sí. Que antes había tanto ruido como ahora, que las personas corrían a los alaridos, emitiendo todo tipo de sonidos guturales. Pero es una realidad que la tecnología y el avance científico ha alimentado esa ausencia del silencio. Celulares con parlantes externos, vendedores de CD grabados, motonetas que pasan a las cuatro de la madrugada (sin hablar de los recolectores de basura y sus camiones que se asemejan al ruido de un panzer de la segunda guerra mundial); autos, perros callejeros, novios despechados, vecinas que se pelean, etc. Todo contribuye a hacernos más insensibles al silencio. Es una continua llamada de atención, hago ruido porque existo; estoy en el mundo. No solo el ruido provoca molestia a los otros; también se podría decir que es una perdida de libertad y de cortesía ¿Por qué el otro debe soportar mis ruidos, mis ausencias de calma? Esa actitud es egoísta y pueril.

El mundo se asemeja a un consultorio de dentista, la música de ambiente es la reina. También se podría hablar de la televisión (y no caeré en el lugar común de que provoca la ausencia del diálogo). Es muy extraño ingresar a un establecimiento sin que haya un receptor de televisión encendido y con un volumen alto. No importa el canal ni que hay en él, solo debe estar encendido para llenar el vacío. Más de uno desearía poblar el universo con televisiones y Regatón. O peor aún, llevar bocinas parlantes al medio de la pampa para que el sensible sonido de los pájaros sea acallado definitivamente. En el fondo es jocoso que vivamos en un mundo completamente alterado por la ausencia de la paz sonora. Si esto sigue así, la próxima vez deberé escribir a los gritos para poder ser escuchado. Hasta la vista.


Baby... Lanata


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